Dos días después, Sebastián tiene una nueva cita con su dentista. En la puerta de al lado se mantiene la reunión. Hace calor. Chema observa de reojo a Claudia. Ella, agotada por tantas horas de encierro mantiene la mirada descaradamente perdida en su entrepierna. El ruido del vecino taladro la saca de su fantasía. Abajo, en la calle, un taxi espera a que una comitiva fúnebre termine de pasar y el semáforo se ponga verde. El taxi está a la altura de la cafetería Nebrasca. Alguien pasa corriendo. El cliente del taxi, un caballero de bigote y mala cara mira al tipo de la cabina de teléfono. Se trata del teniente Pascual, miembro de los servicios secretos. El agente llama a su contacto en la reunión del apartamento de enfrente para que salga ya. Está confirmado que en breves minutos se producirá la redada. El teléfono suena. El taladro retumba. El taxista mira a través del espejo retrovisor que su cliente mira al tipo de la cabina. El ojo ahogado de Sebastián sale de su órbita. Los siete centímetros de distancia hasta el pezón derecho de la doctora Beatriz le hace sudar aún más. Claudia desvía la vista. Chema sonríe sin saber que el teléfono suena. El teniente Pascual frunce el ceño…